Todos me piden que dé saltos,
que tonifique y que futbole,
que corra, que nade y que vuele.
Muy bien.
Todos me aconsejan reposo,
todos me destinan doctores,
mirándome de cierta manera.
Qué pasa?
Todos me aconsejan que viaje,
que entre y que salga, que no viaje,
que me muera y que no me muera.
No importa.
Todos ven las dificultades
de mis vÃsceras sorprendidas
por radioterribles retratos.
No estoy de acuerdo.
Todos pican mi poesÃa
con invencibles tenedores
buscando, sin duda, una mosca,
Tengo miedo.
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua frÃa, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.
Por eso en estos cortos dÃas
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo,
Pablo Neruda.